Crónica de una visita a las fábricas ocupadas de Joinville (Brasil)

"Toda huelga con ocupación coloca en la práctica la cuestión de quién es el dueño de la fábrica: el capitalista o los obreros"  (León Trotsky)

Visitar las fábricas ocupadas en Brasil es como asistir a un proceso revolucionario en miniatura, vivo y contradictorio.

Como en toda revolución, la cuestión del poder, de quién manda en la casa, se planteó en Cipla e Interfibras a raíz de la huelga de noviembre de 2002: sueldos atrasados, deudas con el Estado (¡10 años sin pagar a la Seguridad Social!) y falta de inversiones mientras la producción continuaba y los pedidos llegaban normalmente, condujeron a la huelga. En ella, y tras una lucha que movilizó a toda la clase trabajadora de Joinville contra la inactividad gubernamental y los ataques policiales y judiciales, los trabajadores ocuparon las fábricas y las pusieron a producir tras enormes esfuerzos.

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Serge Goulart, con la camiseta de Delphi
Tampoco ayudó mucho la posición inicial del sindicato, de cerrar las empresas para después reabrirlas como cooperativas asumiendo las deudas del patrón. Como recuerda Castro, dirigente del Comité de Huelga: "Habría sido el fin. Una deuda así (180 millones de euros) no se paga ni en 3 vidas". Sólo la presión de los trabajadores consiguió el apoyo sindical a la huelga.

Dominguinhos, veterano soldador con más de 30 años en Interfibra, explica a un grupo de estudiantes de São Paulo en visita por las fábricas:

-Es lo más bonito que he visto en mi vida. Los trabajadores deciden en asamblea todas las cuestiones importantes. Para el día a día existe la Comisión de Fábrica y el Consejo Financiero Administrativo (CFA), responsables y revocables por la Asamblea.

-Democracia obrera –añade Castro-. La forma más perfecta de democracia.

Los logros del nuevo sistema saltan a la vista cuando uno entra en Cipla: orden y limpieza, para frustración de quien no confía en la clase obrera y esperaría el caos más absoluto.

Inventiva en acción

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Dona Odete, una veterana militante
La toma de las fábricas fue hecha por trabajadores normales, que siguen trabajando, como las limpiadoras que nos explican orgullosas que antes nadie percibía su existencia y sus salarios estaban muy por debajo del mínimo en la fábrica, y ahora sienten que son una parte importante, y reconocida y en igualdad salarial respecto al personal de producción.

Hay dos sentimientos que sí son prácticamente unánimes en las fábricas: el orgullo del trabajo realizado y la idea de que solo luchando unidos los trabajadores pueden conseguir algo.

Tras la ocupación la inventiva de los trabajadores entró en acción, recuperando máquinas y líneas enteras de producción abandonadas hacía años, retirando más de 16 toneladas de chatarra y miles de bidones abandonados con residuos que se van retirando para su tratamiento ("costará años llevarse todo" nos explica Antonio), automatizando y mejorando muchas máquinas e instaurando un programa de ahorro de energía que permitirá reducir el consumo a menos de la mitad entre diciembre y abril.

Uno de los últimos pasos dados en Cipla es la reducción de la jornada de trabajo a 30 horas semanales, sin disminución salarial. Ahora se trabaja en 4 turnos de 6 horas de lunes a viernes, habiéndose contratado 41 trabajadores más con los mismos derechos. Francisco Lessa, del CFA, indica que la experiencia inicial durante 90 días ha sido positiva, con un aumento de la producción, y se ha prorrogado por otros 90. Ante la falta de apoyo del sindicato y el interés generado en otras empresas del sector con esta medida, un grupo de trabajadores de las fábricas ocupadas impulsa una candidatura alternativa para el sindicato de plásticos de Joinville. Osvaldo, de la CUT, nos enseña un panfleto del grupo, cuyo nombre es una declaración de principios: "Sindicato es para Luchar".

Proyecto Venezuela

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Imagen de la planta de Cipla
En colaboración con el gobierno venezolano, Cipla desarrolló un proyecto de casas populares para resolver los problemas de vivienda en Venezuela. La primera fábrica ya está prácticamente lista, y a cambio, Venezuela suministra la materia prima para mantener la producción.

Como ya informamos en El Militante, en diciembre pasado tuvo lugar en Joinville un Encuentro Latinoamericano de Fábricas Ocupadas. Eni, secretaria del departamento jurídico que participó en la organización recuerda el enorme impacto que tuvo el contacto con tantos delegados de diferentes países:

-Fue un apoyo enorme, porque no podemos olvidar que todas las máquinas están en peligro de ser embargadas por el juzgado.

Nos encontramos brevemente con Serge Goulart, coordinador del Movimiento de Fábricas Ocupadas, que salía de viaje para asesorar otras empresas en lucha, y nos explicó que la principal reivindicación de los trabajadores es la nacionalización bajo control obrero. Ya que el gobierno es el principal acreedor, las fábricas deberían ser nacionalizadas. Además, como explica después F. Lessa ante trabajadores de TMT, empresa amenazada de cierre en la ciudad de Curitiba, los productos de Cipla servirían para un programa masivo de construcción de viviendas, y los de Interfibras son fundamentales para el sector del petróleo. Antes de salir, S. Goulart nos pide que trasmitamos toda la solidaridad del movimiento de fábricas ocupadas con los trabajadores de Delphi.

La situación en Interfibras es más complicada. Más descapitalizada, el nivel tecnológico es muy bajo y la mayoría de los procesos se realizan manualmente. Como nos explica la responsable de control de calidad, que admite tener dudas sobre la viabilidad de la nacionalización:

-Desde Cipla nos apoyan mucho en la lucha y también en el área administrativa y judicial, que no podríamos mantener solos.

Es imposible salir de Joinville sin el convencimiento de que la lucha de estos 1000 trabajadores triunfará. En el sector de cromado Antonio nos presenta a doña Odete, diciendo: "Es una militante revolucionaria". Y doña Odete, mientras sostiene una pieza, sonríe con la complicidad de quien está implicado en una lucha mucho mayor.

Agradecimiento